Las letras comenzaron a desaparecer de los carteles cuando tan sólo tenía 21 años. Las formas se iban desvaneciendo de a poco. Hasta el mejor anteojo perdía efectividad con el paso de los días. Las opciones se cerraban. Sólo un trasplante le devolvería la luz que tanto estaba buscando. Y se entregó a una lista de espera, con pocas esperanzas. Seis años después, Fernando ya no tiene miedo de salir sin compañía a la calle y ahora puede soñar con terminar la carrera de Medicina.

El joven, que ya había comenzado a olvidarse de las imágenes corrientes, pudo retomar los estudios y aquellas cosas que le gustaban. Pudo volver a disfrutar del bello rostro de su novia, Milagros. El trasplante de córnea le cambió la rutina y le devolvió las ganas de vivir.

Cada vez son más las historias de amor y solidaridad. Algunas le regalan a una persona la posibilidad de seguir viviendo; otras de mejorar su calidad de vida. La donación de órganos ha registrado una marca récord el año pasado en la provincia y las cifras indican que habrá muchos más relatos para contar a fines de 2011.

Durante 2010 la provincia casi triplicó la cantidad de donaciones, comentó Natalia Grinblat, directora del Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Cucai) Tucumán, dependiente del Ministerio de Salud. Además, en el último año se duplicó la tasa de donantes por millón de habitantes.

No obstante, Grinblat reconoció que aún hay una larga lista de espera por órganos o tejidos. Hoy la provincia tiene 352 pacientes (233 necesitan órganos) en lista de espera. La mayoría, 211, aguarda un riñón, y otros 119 pacientes están a la espera de una córnea.

El año pasado, Tucumán logró cifras que parecían inalcanzables: hubo 17 donantes reales, 11 más que durante el año anterior. También se registró un récord de trasplantes de córneas: 20. Estos procedimientos se vienen incrementando cada vez más. En 2008 hubo seis trasplantes, mientras que en 2009, 13, detalló Ricardo Bertini, médico del Cucai.

Invisible conexión

Ayudaron a mejorar la cantidad de ablaciones los programas de detección de posibles donantes, que se han reforzado en los nosocomios. "Por suerte en los hospitales tenemos terapias muy comprometidas con esta causa", dijo Bertini, en referencia a los coordinadores hospitalarios. Son ellos quienes deben, casi de manera invisible, conectar la vida que se apaga con la que se iluminará con un trasplante. Los posibles donantes se detectan en el área de cuidados intensivos y es allí donde comienza la entrevista con los familiares.

Bertini señaló que haber designado al Padilla hospital donante fue crucial. Para que las tasas continúen mejorando los expertos sostienen que, además de promover más conciencia social sobre el valor de la donación de órganos, se debe profundizar el trabajo sobre la efectividad del sistema sanitario. En cuanto a otras medidas, comentó que, por ejemplo, hoy los tucumanos también cuentan con la posibilidad de expresar en vida su voluntad de donación en el Registro Civil o en la Asistencia Pública.

"Hay más concientización y se le da un mayor valor a este semejante acto de amor que es donar un órgano. La aceptación de la muerte de un ser querido es muy dura, es lo que más cuesta a la hora de tomar la decisión de donar los órganos de ese pariente", explicó.

Lejos, pero más cerca

Cuando promediaba 2009 nadie había donado un órgano en Tucumán. Fue un año dramático. En lo que va de 2011, en cambio, ya se registraron tres historias solidarias y siete trasplantes.

Tucumán, con 11,7 donantes por millón de habitantes, aún está lejos de la media nacional, que es de 14,5 donantes por millón.

Pero se avanzó si se tiene en cuenta que en 2009 en nuestra provincia el índice era de 5,3 donantes por millón.

Las cifras, acostumbran decir los especialistas, suelen ser odiosas. Porque detrás de ellas siempre hay vidas que se prenden, gracias a la inmensa generosidad de otra vida que se apaga.

"Lo único que le quede"

"Pensábamos que la donación no era para nosotros. Hasta que un domingo al mediodía un accidente hizo que en un par de horas nos encontráramos con Antonella muriéndose. No lo habíamos charlado antes, pero decidimos donar los órganos de nuestra hija de seis años. Lo hicimos no por cómo murió, sino por cómo vivió. La donación tiene que ver más con la vida que con la muerte. Si uno no dona su afecto, su tiempo, su vida todos los días a quienes tiene al lado, ¿cómo va a pensar en donarle algo quien no conoce? Hay que vivir de tal manera para que cuando uno muera lo único que le quede por donar sean sus órganos", expresa Cecilia A., en su testimonio plasmado en la página web del Cucai.